En misa y repicando

Visto que la Conferencia Episcopal española apoya la manifestación contra el matrimonio homosexual convocada por el Foro Español de la Familia, que se declara aconfesional y apolí­tico (aquí­ me ha dado la risa), aprovecho para enlazar un magní­fico artí­culo de Psicobyte y que empieza más o menos así­:

«Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos.» Seguir leyendo «Matrimonio y católicos»

23 Comments

  1. Querido J. te pierden este tipo de temas 😉

    Dos dudas…

    ¿Que tipo de manifestaciones debe apoyar la Conferencia Episcopal? (En contra de la guerra tambien estuvo)

    Si el artí­culo se titulara «Matrimonio e islamistas»

    ¿Tendrí­a la misma repercusión?

    Salsaludos fargo.

    El matrimonio es una gran institución para quien admira las instituciones.

  2. Ya sabes que sí­, que me pierden estos temas; me pierde cuando nuestra querida institución de la Iglesia se mete donde no la llaman y quiere hacer de la opinión de sus mandatarios, actos de fe que deben ser seguidos por sus fieles.

    Mira a Carlos Amigo, que te pilla cerca, en esta ocasión muy coherente:

    El cardenal indicó que no invitará a asistir a los fieles a la manifestación convocada en Madrid para el 18 de junio porque «ellos son perfectamente conscientes de su libertad y de su formación, y saben que el matrimonio admitido por la Iglesia católica es hombre y mujer de manera indisoluble».

    Entiendo que la Iglesia crea en el matrimonio entre hombre y mujer, pero cí­ñete a la gente que cree en lo mismo que tú, habla para ellos, y deja al resto vivir su vida.

  3. Por cierto, los que practican el Islam se llaman musulmanes.

    OT: ¿tu gravatar es el Ligre o el Grelion (lo vi anunciado el otro dí­a)?

  4. «El matrimonio es una institución para quien apoya instituciones»
    respuesta: el matrimonio ,como realidad, existí­a antes que la iglesia católica y que la institución del matrimonio, tanto el hetero como el homosexual;
    queda bonito apoyarse en gili-distinciones semánticas(«esto es o no es matrimomio»), para maquillar las intenciones de una Institución-Empresa que de toda la vida de Dios ha sido , es , y será profundamente homófoba;o sea que dejadme de pollas, lo que pasa es que el 75% de los curas son unos ioputas, tenedlo en cuenta,queridos, y ahora como les desmontan el chiringuito pues se cabrearán y soltarán espumarajos filofascistas; así­ son las religiones monoteistas…

  5. ya me lo decí­a mi padre: «ihomí­o, no te fies de los hechizeros de la tribu»
    y también mientras meba:»da gracias por no tener en ano lo que tienes en la mano»
    así­ hemos salido: disociados

  6. Yo diré que el articulillo de Alan Psycobite está muy gracioso.

    Por cierto, homofoba y misógina a partes iguales. Mi opinión al respecto se puede condensar dentro de un coctel Molotov (si quiero ser fiel a mi deriva moral)

  7. bien, nos vamos entendiendo, situacionista der guadarquiví­

  8. Es el LIGRE 😉

    Y no resuelves la 2ª de mis dudas, pero bueno, gracias por la correción y ahí­ balones fuera, como siempre.

    Si el artí­culo se titulara “Matrimonio y musulmanes” (tu opinión)

    J.- «Entiendo que la Iglesia crea en el matrimonio entre hombre y mujer, pero cí­ñete a la gente que cree en lo mismo que tú, habla para ellos, y deja al resto vivir su vida.»

    Creo que la Conferencia Episcopal llama a manifestarse solo a los católicos, que cuando lo hace tiene eco por supuesto, tienen medios de comunicación, fieles en distintas instituciones y mucha gente que cree en su doctrina y que dentro de la misma iglesia catolica hay homosexuales, es obvio y que estos estén en contra de este tipo de matrimonios, pues tambien.

    Siempre vamos a lo mismo, gustos como colores y opina todo el mundo, como debe ser… pero muchacho ten cuidado quién, cómo y por qué opine, según quien sea el que opine lo tiramos a los «Ligres» sin más dilación al igual sucede con el cómo y el por qué.

    PD.- Para que no me des mucha caña informo a bruto&brutistas, que en breve dispondré de casi todos los «Pasajes de la historia» de J.A. Cebrián en formato CD, contactaré contigo a ver como podemos hacer para que lleguen a todos los interesados, arrianos incluí­dos.

  9. Estamos de carlistas que nos salimos.

    Cualquiera que viva en este planeta sabrá que el 18-J (de Junio, aunque bien podrí­Â­a haber sido el de Julio y les habrí­Â­a quedado de los más pintiparado) el Foro Español de la Familia organiza una "manifa", que ahora está muy de mo…

  10. Fargo, para que después no me digas que no contesto:

    Con respecto a los de los musulmanes, a favor claro; si se quieren casar que se casen. Lo que quiero decir es que no se pueden hacer leyes sólo para los católicos o sólo para los homosexuales. Hay que contemplar todas las posibilidades independientemente del sexo, raza o religión (era así­, ¿no?).

    PD: Quiero una copia de los Pasajes de la Historia, si se puede.

  11. 1. INVENCIONES JURíDICAS Y DERECHOS HUMANOS

    Ulpiano dejó escrito de manera memorable que el derecho natural es aquel que la naturaleza enseñó a los animales, a saber, el derecho a la supervivencia, del que la fe en la inmortalidad no es más que su prolongación lógica en los seres dotados de entendimiento. Ahora bien, lo que en los brutos es mero conato o instinto de conservación, en los hombres es la búsqueda de la felicidad mediante la vida virtuosa.

    Determinar qué es virtuoso, independientemente de lo que la ley diga, es el objeto del derecho natural. La ley se contradice, la razón jamás, de donde deducimos la superioridad rectora de esta última. A estos efectos apunta Suárez (De legibus):

    «… toda vez que este camino de salvación radica en las acciones libres y en la rectitud de las costumbres, rectitud moral que depende en gran medida de la ley como regla de la conducta humana, de ahí­ que el estudio de las leyes afecte a gran parte de la teologí­a y que, al ocuparse ésta de las leyes, no haga otra cosa que contemplar a Dios mismo como legislador».

    No es necesario, pues, presuponer a Dios para conocer lo justo (los juristas paganos son un buen ejemplo), aunque él sea el único que garantiza la justicia en última instancia y el que da coherencia al sistema de lo verdadero, lo bueno y lo bello.

    El viejo argumento que han usado los empiristas y defensores de la «tabula rasa» moral alega precisamente que los ordenamientos de los hombres son inconsistentes en el tiempo y en el espacio, por lo que no hay que presuponer ninguna base inalterable en ellos. A esto se contesta con el siguiente paralelismo: que, obviando las normas de jurisdicción, también se da una colisión ideal entre los jueces de un mismo paí­s en la aplicación de leyes idénticas, dictándose sentencias dispares en casos análogos. Con todo, tal extremo no resta un ápice de validez a la norma, por lo que hay que concluir -y así­ lo hacen nuestros juristas- que al menos una de las resoluciones en conflicto está mal fundamentada.

    La voluntad y el consenso tampoco bastan para integrar el poder constituyente. El simple deseo, que compartimos con las bestias, no es el que nos hará llegar a una sociedad justa. Urge, entonces, una definición objetiva de derecho natural, cuya fórmula abreviada propongo acto seguido:

    Tenemos derecho a todo aquello que Dios, la naturaleza y la sociedad nos permitan.

    En caso de darse un dilema ético entre la voluntad de Dios -la razón- y la naturaleza, Dios predomina; si se produce entre la naturaleza y la sociedad, que es naturaleza segunda, predomina la naturaleza primera, de la que aquélla es imagen e imitación.

    Para el primer caso tenemos el abismo que media entre las pasiones, que deben superarse, y las acciones, a las que hay que seguir a pesar de la naturaleza, en vistas a fines potenciales, esto es, intangibles.

    Para el segundo caso está la locura de las sociedades que impugnan su propio fundamento, como las comunidades caní­bales o las homosexuales. Negándose el derecho caudal del hombre (recuérdese: la supervivencia), ya sea a través de la subordinación del valor sagrado de la vida al pecado de la gula, como es práctica común entre antropófagos, ya haciendo otro tanto con el de la lujuria, a guisa de los invertidos, se niega al hombre mismo.

    Eso también vale para cierta versión positiva del derecho natural, ampliamente consensuada por las naciones, cuyos preceptos rezan:

    «Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia.

    Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.

    La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.»

    Artí­culo 16 de la Declaración de los Derechos Humanos.

    «Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión polí­tica o de cualquier otra í­ndole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición».

    Artí­culo 2.1 de la Declaración de los Derechos Humanos.

    1. Interpretación literal.

    Llamo la atención del lector sobre el siguiente detalle: el primer precepto no habla de restricciones por motivos de sexualidad. ¿No será, pues, que el matrimonio homosexual es contrario a los Derechos Humanos? Si tal cosa se revelase cierta, estarí­a permitido discriminar a los matrimonios homosexuales, ya que ello no figura como expresamente prohibido en la Carta. En efecto, «… sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión» significa, «a sensu contrario», que pueden contemplarse otras restricciones, como la prevista por razón de sexo o de parentesco.

    La lista, pues, no es abierta. La ley positiva debe ser «scripta et stricta», sin permitir interpretaciones de manga ancha que la desnaturalicen; sobre todo en aspectos cruciales.

    Además, que algo esté permitido («todo lo que no está prohibido») no significa que sea un derecho humano. Así­, la facultad de ir a la playa o tener coche pueden ser contrarias a ciertas disposiciones de protección del medio ambiente.

    Todaví­a más: Si el matrimonio homosexual tuviese el rango de derecho fundamental, no sólo habrí­a que ilegalizar a la Iglesia Católica y a todas las confesiones que lo rechazan, sino también considerar que todos los Estados que no reconocen dicho pseudomatrimonio vulneran las disposiciones básicas de convivencia que se han dado los pueblos. O lo que es lo mismo, el 99% de los que integran la comunidad internacional.

    2. Interpretación histórica y sistemática.

    Por lo cual fingir en un alarde de «espiritualismo» que el legislador ignoraba la prohibición de contraer matrimonio entre personas del mismo sexo es a todas luces un exceso interpretativo.

    Hasta aquí­ hemos presupuesto que «matrimonio» significa lo que la ideologí­a gay quiere, y ni con esas se ha logrado demostrar que algo semejante se prevea en el texto que se comenta.

    Sin embargo, la realidad es muy otra a la que en un principio dimos por buena, pues por ese término el legislador entiende en todo momento el matrimonio heterosexual, el único existente entonces.

    Así­, si bien el artí­culo 2 extiende en una lista abierta todos los derechos reconocidos en la Carta, no introduce la posibilidad de crear nuevos derechos (el «matrimonio negro» o el «salario chino»), sino que se circunscribe a lo conocido.

    Si se hubiera querido proponer un matrimonio prácticamente sin lí­mites se habrí­a otorgado el derecho a todos, reconociéndose expresamente las excepciones que se estimaran (de parentesco, por sentencia penal condenatoria, etc.). Pero, en lugar de eso, se permite al legislador nacional regular dichos lí­mites con razonable holgura.

    Ahora bien, toda licencia tiene un tope. Sabemos que en algunas zonas geográficas la edad matrimonial es mucho más temprana que en la nuestra. Bajo la concepción jurí­dica occidental tal posibilidad colisionarí­a con el derecho a la infancia, esto es, el derecho a no ser explotado durante la edad previa a la pubertad.

    Esta inferencia no puede extraerse del texto mismo de la Carta, por lo que se precisa una interpretación histórica. Si se rechaza en el caso de los matrimonios homosexuales, ¿qué te empuja a no hacer lo mismo con los niños?

    3. Interpretación teleológica.

    Añado que los infantes tienen en el ordenamiento español, por herencia romana, derecho a aceptar donaciones puras. El dato de que idénticos sujetos no puedan contraer matrimonio nos informa de que no se estima que éste sea un derecho simple, sino una relación compleja de derechos y obligaciones, entre las que naturalmente se encuentra el mantener a los hijos. Sin embargo, no puede obligarse a nadie a hacer lo imposible, razón por la cual los homosexuales no están obligados a cuidar de los hijos que no son capaces de tener y, por consiguiente, tampoco disponen del derecho a casarse.

    No tiene ningún fuste dar protección jurí­dica a una pareja que no espera traer hijos al mundo, ya que eso serí­a discriminatorio para los célibes, mucho más desvalidos al contar con una remuneración menos. El argumento no se aplica a los estériles, dado que su condición es accidental y no necesariamente definitiva.

    El matrimonio surge como respuesta del Estado al servicio que de modo natural ofrecen a éste las parejas que engendran una progenie y sostienen sus cargas. Sin la obligación actual o futura de mantener la descendencia, el matrimonio carece de sentido.

    Como se ha dicho, los homosexuales no pueden contraer esa obligación de manera autónoma, sino a lo sumo recurriendo al auxilio de la ley (adopción, inseminación, etc.). De ahí­ se sigue que no tienen un derecho natural al matrimonio, como pareja, pero sí­ un derecho civil en tanto que ciudadanos, es decir, como individuos.

    El matrimonio homosexual, pues, es una ficción indeseable.

    Además, en el 16.3 de la Declaración se nos dice:

    «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad».

    ¿Cómo va a ser natural la familia formada por homosexuales, si por naturaleza es incapaz de engenderar y perpetuarse en el futuro? ¿Qué clase de fundamento social es el que necesita a la sociedad misma para fundamentarse mediante el reconocimiento de artificiosas prerrogativas?

    Resumiendo:

    1) Queda claro que el artí­culo 16 sólo puede referirse al matrimonio tradicional, según su interpretación literal, histórica, sistemática y teleológica, las únicas permitidas en Derecho civil.

    2) No es menos patente que el artí­culo 2 prohí­be restringir el derecho al matrimonio heterosexual, salvo en el caso del parentesco y de la edad mí­nima, contemplado el derecho a la infancia.

    2. ¿QUí‰ ES, ENTONCES, EL MATRIMONIO?

    Todos, hombres y mujeres, pueden amar a Dios, permitiendo su gracia y cesando en cualquier resistencia que contra ella hubieran concebido. Un amor semejante tiene inicio en la pasión y no en la acción, al contrario que el amor mundano, que se incoa en la acción y termina en la pasión.

    Así­, cuando amamos al Dios que nos ha amado carecemos de defectos y de limitaciones absolutas. Pero nadie que sea humano, ni los santos, mantiene ese amor siempre. Se salva, entonces, el que lo conserva hasta el final.

    Ahora bien, la mayorí­a de las mujeres son tal y como las describí­ en el comentario sobre la teorí­a weiningeriana del carácter, mas el matrimonio las dignifica.

    Porque el matrimonio da un fin final a la mujer (la maternidad), que hasta entonces era materia prima, y un producto al hombre (el hijo), que era mera forma o potencia. Por él ama aquélla al hijo concreto, a su hijo, en el que ve la imagen o paradigma del padre. Luego, al fin, también consigue amar al padre, su marido, en la concreción de un ser.

    Recuerdo que Marí­a, la mujer más perfecta según el cristianismo, no tuvo un verdadero marido. Por tanto, su amor hacia su hijo -reflejo de Dios y de la humanidad- fue pleno e incondicionado.

    De lo que se sigue que la mujer ordinaria es incapaz de amar perdurablemente fuera del matrimonio, es decir, sin confiarse a ese sacramento. ¿Significa lo anterior que todas las mujeres de tal condición, que son la mayorí­a, vienen a parecerse a las prostitutas? En efecto, aunque sean ví­rgenes.

    Por otro lado, los hombres, que sí­ están facultados para amar autónomamente, son incapaces de dar fruto por ellos mismos. Por ende, su amor carnal no es perpetuo si, evitándola, prescinde de esa finalidad carnal y natural, por más que cumpla con los requisitos de reciprocidad y suficiencia.

    En definitiva, habiéndose concebido el matrimonio para satisfacer los fines carnales del hombre y los espirituales de la mujer, es falso y dañino un «matrimonio» que deje al hombre sin hijos y a la mujer sin maternidad, como es el caso de las uniones homosexuales, a las que sólo la demencia puede dar crédito.

    3. EL GAY VA DESNUDO

    El lobby gay y la heterosexualidad degenerada (la homosexualidad siempre lo es) quieren que el sexo sea algo indiferente, neutro, relativo, convencional, intercambiable. Pero el sexo es algo más que echar una cana al aire. En cierto modo es la esencia del hombre, tanto del vulgar y sensual como del extraordinario y espiritual. Ambos se definen en base a su relación con el sexo, sea ésta inercial o racional, obvia o problemática. Negar esta condición constitutiva del sexo es negar al hombre y convertir la humanidad en una especie animal más. Con la diferencia de que, para colmo, se la condena a la más vergonzante y egoí­sta de las extinciones en el altar de la lujuria.

    Los homosexuales tienen un vicio por su condición, pero no pecan si no consienten a él. Absolutamente nadie puede ignorar indefinidamente las tendencias viciosas, y ningún mortal está libre de pecado. Ahora bien, ¿qué pensarí­ais de un obeso que intentase elevar la gula a la categorí­a de privilegio civil? Una cosa es respetar a los homosexuales y otra muy distinta es reconocer a los gays, capitular frente a la bajeza.

    Antes he dicho que el sexo, como valor psicológico, es la esencia del hombre, ya que no hay manera de sustraerse de él mientras se está vivo. Sin embargo, el sexo como valor moral es voluntad de descomposición, de desintegración y de vací­o. Es una protesta contra el peso de la existencia. Se opone, entonces, al amor, del que resulta lo contrario: la voluntad de unión, de integración y de lleno, la afirmación de la vida.

    Un monstruo no es tal por su carácter improbable, es decir, por la parvedad de casos de su tipo, pues, si así­ fuera, también serí­an monstruos los seres excepcionales, Jesucristo a la cabeza. Ahora bien, el fenómeno monstruoso se da cuando un ser está dotado de órganos o facultades que no corresponden a fin alguno, como por ejemplo, tres ojos en un mismo rostro (que rompen el eje de simetrí­a de la visión), la bicefalia (que impide ejercer autónomamente el control sobre los miembros) o la atracción por personas del mismo sexo, destinada a eliminar el amor de la faz de la tierra, como preámbulo macabro a la desaparición de la raza humana.

    Primero fue el amor sin descendencia («libre»), luego el amor sin compromiso (al que habrí­a que llamar «libérrimo»). Ahora sólo queda el «amor» sin amor, entiéndase, la cópula libertina, esgrimiendo el mero goce escatológico del propio cuerpo en perjuicio de cualquier otra consideración. Hay heterosexuales que «aman» así­, pero no están obligados a hacerlo. La institución jurí­dica del «matrimonio homosexual», por contra, crea un paradigma que desecha cualquier forma de relación que no sea la fundada en el banal interés erótico.

    No puede haber comunión de ideales ni afirmación de la vida (esto es, familia) desde la perspectiva de la caducidad, como tampoco puede darse la amistad desde la instrumentalización sexual del otro («Para considerar a una mujer nuestra ‘amiga’ serí­a preciso que nos inspirase alguna suerte de antipatí­a fí­sica», dejó escrito Nietzsche). Los homosexuales degradan el amor, rebajándolo hasta el nivel de la amistad, para acto seguido arruinar la amistad, encerrándola en la mazmorra del sexo.

    Y bien, el origen de la homosexualidad es sociológico, a saber: una mala disposición del padre para que el hijo se identifique con él. Y como el error engendra error, de familias malas pueden salir familias peores y hasta antifamilias o pseudofamilias. ¿Cuál es el quid del descalabro? Una sociedad débil, egoí­sta e individualizada darí­a lugar a esta clase de fenómenos inexplicables.

    Hoy los jacobinos, antes iusnaturalistas, olvidan ese lí­mite que el mismo Parlamento inglés se puso: «La ley lo puede todo, excepto convertir a un hombre en mujer».

    La medida legislativa que se comenta no ha sido acordada por ser un avance en materia alguna, sino por resultar electoralmente sabrosa. No ataquéis, pues, a la Iglesia, que siempre dijo lo mismo: atacad al partidillo que desde su fundación hasta la fecha ha tardado 125 años en reconocer y proclamar un «derecho inalienable», como parece al fin que lo es el concubinato homosexual. Mas adelantemos algo de teorí­a.

    El buen Estado debe reconocer los máximos derechos, que son finitos y consustanciales, y al menos garantizar las libertades, infinitas y de carácter accidental, en tanto que éstas no frustren a los primeros. Es de notar que los derechos se complementan mutuamente (al integrar la noción de hombre), mientras que las libertades de signo contrario (que constituyen al individuo) se limitan recí­procamente. Los derechos, a su vez, constriñen las libertades adversas a su realización, pero ninguna libertad, ejecutada para el caso, puede disminuir un derecho en general reconocido.

    Visto esto, pocos negarán que el trocar una libertad en derecho positivo «erga omnes» equivale a debilitar por un tiempo indeterminado todas las libertades y también todos los derechos naturales que se le oponen (verbigracia, el derecho a la familia). Aquí­ se une el inconveniente de que con ello no se protege nada duradero que justifique tal gravamen, quedándose la cosa en un mero refrendo «a posteriori» de la voluntad de Zutano y Mengano, privadamente respetable, si bien inútil y redundante en lo público. El individualismo institucional, además de ser una suerte de oxí­moron, empobrece la esencia del hombre.

    Un Estado que garantice todos los derechos será o bien perfecto, si los armoniza con la libertad, o bien tiránico, si no lo logra. En adición, un Estado que reconozca todas las libertades se destruirá a sí­ mismo, convirtiéndose en anarquí­a. Por último, el que sólo reconozca parte de ellas cederá una fracción de su soberaní­a a grupos de poder, cual oligocracia.

    Las parejas estables gays, las poquí­simas que hay y que habrá, no dan nada a la sociedad, luego la sociedad no les debe nada en tanto que parejas. Ello aún sin entrar a juzgar su aptitud moral, que, por supuesto, yo también discuto.

    El amor, en efecto, es la unión perpetua (o así­ pretendida) de dos seres y, en el caso de hombre y mujer, unión en cuerpo y espí­ritu. «Que sean una sola carne»: cualquier otra definición lo desvirtúa. Así­ pues, el amor erótico, a diferencia del amor intelectual o mí­stico, implica que esa perpetuidad se extienda al cuerpo mediante la descendencia. Y no puede decirse que el «amor» entre homosexuales sea mí­stico, pues es carnal. Entonces, al carecer de fines carnales, es falso amor erótico, es mera lujuria y sometimiento a las pasiones, lo cual -si bien no basta para incapacitar o desacreditar a nadie- tampoco debe conceder derechos de más.

    La sodomí­a no tiene ningún fin, ni próximo ni remoto, que no sea la obtención de placer. Rascarse un brazo -se me contestará- tampoco cuenta con fines adicionales, y no por ello entra en la categorí­a de lo anormal o deforme. Pero nadie consagra una parte importante de su vida a rascarse, ni aspira a edificar algo superior a partir de este fundamento. Por ello es un abuso crear instituciones jurí­dicas «ad hoc» que, más allá de la protección contractual, amparen derechos inexistentes, como el que puedan tener los zurdos a trepar escaleras violetas. Máxime cuando tales prerrogativas individuales se oponen a derechos inalienables de la sociedad, por ejemplo, el de fundar una verdadera familia.

    Pero advirtamos este extremo: El matrimonio civil es el sometimiento del compromiso eterno a la contingencia contractual, la permuta de la fidelidad de dos por la voluntad de uno y otro. Sólo hay un matrimonio: el que nace queriendo durar para siempre; sólo Dios puede refrendar pactos incondicionales, indisolubles en sí­ y superiores a todo albedrí­o una vez consumados.

    Si el matrimonio civil ha logrado prosperar ha sido dado su parasitarismo con respecto al católico, empezando por el nombre. A pesar de ello, ha supuesto una brecha en la noción sacramental de la familia, que ahora se concibe con los trazos pragmáticos de una sociedad en comandita. No es extraño que ya muchos vean en esa versión descafeinada y falsa de matrimonio, y por extensión también en el matrimonio católico, un «papeleo inútil», prefiriendo a cualquier ví­nculo formal la ausencia completa de sujeción, el mero estado de facto, la idí­lica beatitud primitiva.

    Viene entonces cuando, en un ataque de inconsecuencia, «el pueblo», el atolondrado pueblo, exige que se legisle sobre las parejas de hecho porque la razón natural y la «igualdad» lo requieren. Salimos, pues, de una regulación para caer en otra. ¿Con qué fin? Protegernos de nuestra propia voluntad, aunque lo hagamos de manera artificiosa mediante la ley, que imaginamos no impuesta, sino emanada de nuestras conciencias.

    El «matrimonio homosexual», en fin, es un paso más en este montaje metafí­sico-jurí­dico, nacido para vaciar al hombre de sus responsabilidades irrenunciables en favor de un Estado omniabarcante, cuyo proceder no debe cuestionarse ni siquiera en el fuero interno. Se trata en definitiva del sueño de un déspota como Napoleón, perpetuado en el ideario fáustico del ateo.

    Además, el placer sexual es una pasión y, por consiguiente, carece de fines propios. Los homosexuales no reinvindican el derecho al amor (eso iba a ser como reinvindicar el derecho a la alegrí­a: una estupidez), sino al placer. La capacidad de amar no puede regularse de forma directa, pues es de naturaleza interna. Sólo se regulan los actos externos, a saber, la consecución de una descendencia, a cuyo núcleo afectivo llamamos familia, o en su caso, la búsqueda del mero goce, a la que nos referimos como concubinato. La homosexualidad queda forzosamente reducida a este último supuesto.

    El sexo es siempre promiscuo, el amor es lo único que le pone freno. Y el amor necesita un cauce o fin duradero para no extraviarse ni agotarse demasiado pronto. Así­ pues, el «amor homosexual», aun si existiese, cosa que niego, no tendrí­a nada que ver con el matrimonio al no contar con fines naturales.

    Los gays reclaman el derecho al matrimonio para escarnecer el amor y, mediante su marginación, parecer ellos menos enfermos. Se intenta dar una solución sociológica a un problema psicológico, arrastrándose a todo el cuerpo social en una caí­da en picado hacia la animalidad.

    Las caracterí­sticas del amor son tres:

    1) ínimo de perpetuidad

    2) Intención de reciprocidad

    3) Suficiencia

    Cuando se cumplen las tres se da el amor en cualquiera de sus vertientes: consanguí­neo, erótico o mí­stico, de menor a mayor sublimidad.

    La condición del amor consanguí­neo, el más terreno, no puede perderse nunca, ya que es innato. Basta, en efecto, con que se den relaciones de parentesco lo bastante claras como para permanecer en la conciencia del amante. No es de extrañar que sea también el afecto más común entre los hombres y el primero en manifestarse.

    El amor erótico está a medio camino entre lo innato y lo gratuito, entre lo pasivo y lo activo. Su condición es la unión carnal: no admite separación definitiva y exige su sí­mbolo de perpetuidad en la progenie. De otro modo resulta imperfecto, inacabado. Depende tanto de la propia voluntad como del azar del encuentro y de la armoní­a de las potencias de los individuos en que se da.

    El amor mí­stico no se adquiere por nacimiento ni por voluntad, sino por irradiación. El deseo que lo alimenta es puramente intelectual, sale fuera de sí­ y se une por el vértice infinito de la fe.

    Veamos ejemplos de amor bastardo:

    a) Un caso donde se cumple 1 y 2 pero no 3 es, por ejemplo, el de la poligamia, en la que ninguna relación forma un ví­nculo completo, sino que todos los conatos de ví­nculo se unen en una masa amorfa.

    b) Si se verifica 1 y 3 pero no 2, topamos con el fetichismo y toda clase de idolatrí­a en la que no podemos ser correspondidos, al tratarse de una entrega unilateral, solipsista y enajenada.

    c) Supuesto tí­pico en el que se dan 2 y 3 pero no 1 es la homosexualidad, que renuncia por principio a la descendencia, el único modo de perpetuación carnal. Y si intenta solventar esto por otros medios externos (v.g., la adopción), entonces deja de cumplir 3 y sale de un fraude para caer en otro.

    d) Cuando se cumple sólo 3, obviándose 1 y 2, nos hallamos ante un vicio que se autoconsume en su propia pasión, pero no pretende durar ni ser correspondido.

    e) La situación por la que se cumple sólo 2, obviándose 1 y 3, retrata un mero ejemplo de seducción sin más pretensiones.

    f) Por último, un caso donde se verifica sólo 1, obviándose 2 y 3, expresa el amor intelectual que el artista tiene para con sus obras, que ni espera ser correspondido ni es autosuficiente, pues toda creación exige un código y una materia donde plasmarse.

    En resumen:

    1) El «amor homosexual» es un acto natural (la cópula) carente de fines naturales (la reproducción).

    2) Todo amor busca unir a perpetuidad (el amor entre madre e hijo, padre e hijo, etc. no busca unir a perpetuidad, porque ya nace unido por el parentesco), pero el «amor homosexual» no sólo no lo logra, sino que no puede lograrlo desde sí­ mismo.

    3) Luego, o bien el «amor homosexual» no busca unir a perpetuidad, o bien lo busca sin fruto.

    4) Si no lo busca, no es amor.

    5) Ahora bien, si lo busca sabiendo que no puede lograrlo, también es engaño.

    6) Ergo, se elija lo que se elija, aceptadas las premisas, el «amor homosexual» sólo impropiamente puede llamarse amor.

    7) Y, si no se aceptan las premisas, entonces llamad amor a cualquier entretenimiento pasajero, con lo que demostraréis que, para conseguir vuestro cometido habéis tenido que degradar el concepto, tal y como se entiende de ordinario.

    Ahora el único freno contra la poligamia es la «dignidad de la mujer», que se esgrimirí­a como indisponible frente a aquellas a las que no les importase compartir marido. Pero parece que a nadie le preocupa la dignidad de la familia. Es hipócrita: permitimos uniones contra natura, minoritarias en nuestra sociedad, y les negamos a los inmigrantes sus uniones tradicionales que, siendo incorrectas, al menos no carecen de fines.

    Debo insistir: los gays no buscan ser naturalmente iguales que el resto de parejas, porque es imposible, ya que su condición fí­sica y espiritual se lo niega. Buscan que esas parejas sean iguales a ellos: eso sí­ es posible, y la ley aquí­ es sólo un instrumento para perpetuar esa práctica marginal. Por lo común la ley reafirma la costumbre generalmente aceptada; en España se ve que también nace para negarla y pervertirla a golpe de chantaje moral.

    No deja de ser sintomático el que muchos os hayáis tomado a modo de cruzada la invención de derechos, queriendo dotar de una dignidad especial a quien de por sí­ no la tiene. Como el que maquilla a una rana.

    Sólo hacer notar que el «amor homosexual», como el supuesto amor de los animales, carece de fines conscientes o inconscientes. Con la misma autoridad con que hoy se casan hombres con hombres y mujeres con mujeres, podrí­an «casarse» caballos con yeguas y hasta yeguas con novillos, amparándose la extravagancia en la libre voluntad del campesino. Ahora bien, el consentimiento sin derecho no obliga a terceros, pues es pacto entre criminales; y España y Portugal bien pueden dividirse el mundo en Tordesillas, que el mundo seguirá su curso.

    Daniel.

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  12. Lo primero, me voy a felicitar por ser capaz de llegar al final de tamaño chorizo… J, deberí­amos poner lí­mite de txt.

    Por otra parte, hace tiempo que no asistí­a a semejante esfuerzo lleno de falacias, mentiras dañinas y argumentos capciosos a partes iguales.

    Cada vez está más claro, la única razón por la que defienden la «familia» tradicional es para asegurarse feligreses/accionistas, cosa improbable (aunque no imposible). Una pena tanta letra desperdiciada. Tiene ustéd todo mi desprecio.

  13. Querido irichc, te lo explico al modo Botella.

    Una cosa es la postura «oficial» de la iglesia y su ambito con respecto a una decision democrática tomada por el parlamento, tiene todo su derecho a posicionarse y dar su opinión´.
    Y parte del texto que nos has endiñado es lo que defiende, otra opinión.

    Y otra cosa es lo que tu llamas «amor homosexual» para definir a los/las homosexuales.
    ¿De verdad piensas así­n?
    No te cabe a ti…, no ni ná. (frase «Cani» por excelencia)

    Salsaludos fargo.

  14. La dialéctica. Qué bonita es la dialéctica.

    Tu comentario es más largo que el mismo artí­culo, pero bueno, vayamos por partes (Jack):

    – Hazte mirar esa sospechosa homofobia. «¿Te gustan las pelí­culas de gladiadores?»

    – Tu penoso razonamiento justifica, entre otras cosas, la sharia o ley de Dios y eso es muy peligroso.

    – Dios y razón: agua y aceite, no se pueden mezclar. Dios para algunos puede ser una razón, pero no es La Razón. No se si me explico.

    – Mucho Dios para acá, mucho Dios para allá, pero ¿qué Dios? El particular de cada uno quizá, el musulmán, el católico o son todos el mismo? O mejor, el que a ti se te antoje.

    – Tu burda y tendenciosa «interpretación literal» de la Declaración de los Derechos Humanos roza el imposible y me da nauseas. Según tu razonamiento, un discapacitado, al no estar contemplado explí­citamente en ese artí­culo también estarí­a excluido. Estamos bien.

    – Hablas de familia, contemplando en tu definición sólo los que han contraí­do matrimonio. ¿Qué hacemos con los que son madres o padres solteros, los divorciados (uy, no que eso es pecado), los que optan por no casarse (pecadores también) o simplemente los casados que no quieren tener descendencia?

    – Dices:

      1) Queda claro que el artí­culo 16 sólo puede referirse al matrimonio tradicional, según su interpretación literal, histórica, sistemática y teleológica, las únicas permitidas en Derecho civil.

     

      2) No es menos patente que el artí­culo 2 prohí­be restringir el derecho al matrimonio heterosexual, salvo en el caso del parentesco y de la edad mí­nima, contemplado el derecho a la infancia.

     

    No, no queda claro lo del artí­culo 16, del que te apropias para defender tu postura. Y tampoco es patente lo del artí­culo 2 (en la dialéctica hay que partir de hechos, no de opiniones).

    Esto es para enmarcar:

      Ahora bien, la mayorí­a de las mujeres son tal y como las describí­ en el comentario sobre la teorí­a weiningeriana del carácter, mas el matrimonio las dignifica.

     

      Porque el matrimonio da un fin final a la mujer (la maternidad), que hasta entonces era materia prima,

     

    A ti te tení­a que pillar Madame B:

      De lo que se sigue que la mujer ordinaria es incapaz de amar perdurablemente fuera del matrimonio, es decir, sin confiarse a ese sacramento. ¿Significa lo anterior que todas las mujeres de tal condición, que son la mayorí­a, vienen a parecerse a las prostitutas? En efecto, aunque sean ví­rgenes.

     

    Homófobo y misógino, lo tienes todo para triunfar en esta vida.

    Iba a seguir leyendo y discutiéndote tus malos argumentos, pero realmente se le quitan las ganas a uno de seguir leyendo cosas tan zafias, burdas, retrógradas, misóginas, homófobas y un largo etc., (por lo menos podí­as haberlo soltado como poco a poco en el blog de Psicobyte).

    Que Dios te pille confesado.

  15. Desmontando a Irichc: La homosexualidad

    Los escritos de Irichc están repletos de contumaces falacias que, aún siendo desveladas y refutadas una y otra vez por mí­ y por otros, sigue reproduciendo con el afán de ganar por aburrimiento. El fondo de su argumentación se resume en estos puntos:

    1- El matrimonio se define estrictamente como la unión de un hombre y una mujer para procrear.

    Falso. Etimológicamente la palabra matrimonio significa «ví­nculo entre madres para la salvaguarda de sus posesiones (los hijos). Su reconocimiento como institución data de las arcaicas sociedades matriarcales (MARTIN-CANO, Abreu). El matrimonio fue, en consecuencia, primigeniamente una institución homosexual. Posteriormente el auge de las sociedades patriarcales modificó tal acepción para hacer de la mujer un patrimonio (posesión del padre) pero conservando su denominación primitiva. Ya en el presente, la definición utilizada por Irichc es religiosa y no la que está presente en nuestro código civil donde no aparece como obligación de los conyuges la procreación.

    2- En todo caso, tradicionalmente el matrimonio siempre se ha entendido como la unión de un hombre y una mujer.

    La historia no constituye un argumento definitivo. Si así­ lo fuera las prácticas, viejas como la humanidad, de la esclavitud o la discriminación de la mujer (v.g. en su derecho a voto) jamás hubieran sido eliminadas. Los Derechos Humanos, como esbozo de ética laica, son el mejor indicador del progreso de la Humanidad y de que lo que a la luz de la Historia se comprueba como indigno se debe de rectificar.

    3- Los Derechos Humanos hablan de que el matrimonio debe serlo entre un hombre y una mujer.

    Falso. El artí­culo en el que se reconoce el derecho al matrimonio se refiere a los hombres y las mujeres. No explicita que tenga que ser entre sexos diferentes. La forma del matrimonio se deja al arbitrio de los Estados Partes. Por otro lado, el artí­culo 26 del Pacto de los Derechos Civiles de la ONU reconoce que no se puede discriminar a ningún colectivo por razones de sexualidad.

    4- La homosexualidad es una enfemedad.

    Falso. La APA (Asociación Americana de Psiquiatrí­a) retiró a la homosexualidad del catálogo de desordenes mentales (DSMII) en 1973. La consideración de la homosexualidad como psicopatologí­a y la fundamentación de las terapias reconductivas proviene, salvando los prejuicios religiosos, del psicoanálisis. Sin embargo, como demostró Popper, el psicoanálisis no es una ciencia sino una hermenéutica de los procesos psicológicos.
    Actualmente la APA desaconseja toda terapia destinada a la reorientación de las personas homosexuales. La gran mayorí­a de los grupos de psicólogos y psiquiatras que aún usan estos métodos se organizan alrededor de organizaciones médicas religiosas como la americana NARTH.

    5- Es que Dios fundamenta el matrimonio así­ o asao.

    El estado español es un régimen democrático cuyo código máximo, la Constitución, se declara aconfesional. Por tanto ninguna moral religiosa concreta se puede alegar para fundamentar sus leyes. En todo caso la firma de los Derechos Humanos determina que ninguna ley española pueda contravenirlos.

    6- El problema es el nombre. ¿Por qué tratar como igual a lo que no lo es? ¿No serí­a más justa la consideración de parejas de hecho?

    Es obvio que el que se unan en ví­nculo afectivo dos personas de diferente sexo constituye un hecho objetivamente distinto a que lo hagan dos personas idénticamente sexuadas. Sin embargo esta distinción también es obvia en la unión de una persona alta con otra baja, de una rubia con una morena, o la de una negra con otra blanca y no por ello la dejamos de llamar matrimonio. A esto se le llama diferenciar lo fundamental de lo accesorio.
    Por otro lado, según el código civil la procreación no constituye una obligación de los contrayentes (si esto fuera así­ le estarí­a prohibido el matrimonio a estériles o ancianos) luego una pareja homosexual está en condiciones de cumplir todos los requisitos para constituirse en matrimonio. Estos requisitos son la fidelidad y el cuidado de los vástagos (propios o adoptados). Además en las parejas homosexuales existe la misma capacidad que en las heterosexuales para sentir amor mutuo. Por lo tanto no existe razón para que lo que es fundamentalmente igual se llame de forma diferente.

    7- Un niño tiene derecho a tener un padre y una madre. Es como siempre ha sido.

    Falso. No existe derecho alguno a que un niño posea un padre y una madre (Convención sobre los derechos del niño de la ONU) como sí­ que lo hay a tener un nombre, una nacionalidad, a conocer a los padres y a ser cuidado por ellos (Art. 7-1). Por otro lado los homosexuales han adoptado niños de manera individual desde siempre y no se ha demostrado que esto acarrease ningún perjuicio a los infantes.

    En conclusión, las parrafadas del sujeto Irichc carecen de todo rigor lógico, legal o moral aunque, eso sí­, constituyen un valioso ejemplo de homofobia argumentada.

  16. Mikimoss:

    1) Me descubro ante tu magufismo ampuloso y huero. Es difí­cil decir menos en más palabras.

    El irichc contra el que «peleas» es un imbécil creado por tu imaginación. El verdadero irichc se rí­e de ti y se conforma con que ser leí­do y contestado con honestidad.

    2) Sobre tu punto 7, que es el único al que, a primera vista, podrí­a concederse cierta mordiente: los derechos sólo se reconocen cuando hay amenaza de que sean conculcados. Hasta entonces permanecen en la costumbre y, en su caso, implí­citos en la letra de la ley.

    Pues bien, hace una semana el derecho a tener padre y madre era algo que la naturaleza garantizaba de suyo, salva la contingencia de la muerte de los progenitores. Con todo, desde este fatí­dico dí­a se ha hecho necesario en España (no así­ en el resto del mundo) reconocer de forma clara un derecho pisoteado, por lo que las futuras convenciones deberí­an contemplarlo.

    Saludos.

    Daniel.

  17. El fútbol pronto dejará de ser un privilegio.

    Tras largas deliberaciones la FIFA decidió al fin que a partir del mes de julio se encuadrarán dentro de este deporte “no sólo las concepciones futbolí­sticas más tradicionales”, consistentes en meter el pedazo de cuero con los pies entre tres palos, sino que “también se dará cabida al juego libre con las manos”, quebrándose de este modo el tabú histórico que excluí­a dichas actitudes de las reglas.

    La medida viene propiciada por las quejas de los colectivos que consideran que su derecho a jugar con todas las extremidades se ve lesionado por la restricción “antinatural” a las inferiores. En relación al tema su portavoz en España comunicó a esta agencia que “si Maradona pudo hacerlo y fue válido, ¿por qué a nosotros se nos discrimina?”.

    La Federación ha tenido que ceder igualmente a las presiones de los grupos que, en buena lógica, exigí­an la supresión de otro prejuicio, quizá el principal y más ominoso, es a saber: que se requiere una pelota, dos equipos y un campo para que el partido pueda celebrarse. Esta consideración, bien mirado gratuita, quedará abolida definitivamente gracias a la legislación en trámite.

    A pesar de las quejas de ciertos sectores poco aperturistas, las autoridades competentes han insistido en la importancia de no variar la denominación “fútbol”, que, gracias a su nuevo significado, englobará prácticas hasta ahora marginadas de la esfera futbolí­stica, como el balón bolea, el lanzamiento de jabalina o el póquer. Todo ello, dicen, en aras de la igualdad más escrupulosa y del derecho a marcar goles, deducido espiritualmente del derecho a la libertad de movimientos.

    Los jubilados artrí­ticos están de enhorabuena. Si bien su incapacidad fí­sica hací­a imposible que se integrasen a las ligas de balompié, en cuestión de semanas serán tan válidos como el que más para emular a Ronaldinho. Sin moverse de la silla, por supuesto, y partiendo la baraja de naipes mientras las enfermeras hacen la ola.

    Saludos.

    Daniel.

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  18. Te remito a el punto 6 de mi artí­culo:

    «Es obvio que el que se unan en ví­nculo afectivo dos personas de diferente sexo es objetivamente distinto a que lo hagan dos personas idénticamente sexuadas. Sin embargo esta distinción también es obvia en la unión de una persona alta con otra baja, de una rubia con una morena, o la de una negra con otra blanca y no por ello la dejamos de llamar matrimonio. A esto se le llama diferenciar lo fundamental de lo accesorio.»

    Esto, aplicado al fútbol o a cualquier otro caso, significa que todo cambio que no afecte en lo fundamental a los fines convenidos de una actividad no debe implicar la modificación de su denominación. Así­, la parte normativa del reglamento del balompié es modificada regularmente mientras que su parte definitoria (hacer que un balón impulsado por cualquier parte del cuerpo excepto por los brazos cruce una determinada lí­nea) se mantiene constante.

  19. «Guí­a para chicas» que incita a masturbarse

    Resumen:
    En estos dí­as ha salido la información de que Castilla-La Mancha retira, ante las crí­ticas, la «Guí­a para chicas» que incita a masturbarse, tanto a solas como con amigas de confianza.

    Como me parece tremendamente trasnochada la reacción de la iglesia, polí­ticos del PP, padres de alumnos para que no se publique… en unos casos por intereses sexistas de dominación, y en otros por falta de información progresista, ¿qué os parece apoyar de alguna manera la edición de la «Guí­a para chicas», incluso promoverla para que también otras Comunidades la edite y la divulgue entre las adolescentes?

    A quienes la masturbación ha creado problemas de conciencia, sabe el bien que hará a las adolescentes tener una guí­a semejante. ¿Por qué las nuevas generaciones de chicas no pueden aprovecharse de los nuevos descubrimientos de la Antropologí­a, Etnologí­a, Psicologí­a…?

    Así­, que alentemos a que todas las Comunidades editen la «Guí­a para chicas» que incita a masturbarse.

    Ya sabeis que la masturbación no ha estado estigmatizada como en las sociedades judeocristianas e islámicas, ni en sociedades arcaicas ni en primitivas, sino que era una experiencia que se ejercí­a con naturalidad.

    Incluso desde que eran bebés las madres alentaban la masturbación para que la practicasen como calmante y era enseñada desde muy pequeñas a las niñas para que estuviesen preparadas para mantener relaciones sexuales más satisfactorias y así­ se convirtieran en mujeres libres, independientes y felices. Las madres sabí­an que cuando los músculos se entrenan desde la infancia, se obtiene mayor placer sexual en la relación sexual de la edad adulta. Y dado que la sexualidad no se desgasta con el uso o su explotación, sino al revés, el mayor entrenamiento hace aumentar el placer. Además, cuando las chicas conocen en profundidad su cuerpo, pueden guiar a su compañero en el coito, para que tengan el ritmo más adecuado con el que alcanzar con facilidad el orgasmo.

    En algunas culturas maternales no solo las madres enseñaban a masturbarse a sus hijas desde la más tierna infancia, sino que les friccionaban y estiraban el clí­toris y los labios de la vulva y les daban instrucciones de cómo frotarlo con el jugo de diversas plantas, o a suspender de ellos pesos para que les crecieran y luciesen bien seductores y colgantes de mayores. El resultado de este aumento artificial del tamaño de las partes externas del sexo era acentuar extraordinariamente la sexualidad femenina y procurarle mayor goce en la relación. Por ello convertí­a lógicamente a la mujer en más exigente ante la capacidad sexual de su pareja.

    También las niñas mantení­an juegos sexuales entre sí­, además de que era el fundamento de las orgí­as sagradas colectivas de los ritos sagrados de Fertilidad de carácter sexual (exclusivamente femeninos en la Prehistoria y en culturas maternales. Orgí­a cuyo siginificado correcto es «sexo entre mujeres», no define la relación colectiva heterosexual, que es definida de forma más precisa como «bacanal»)

    Gracias a esta sexuaidad entre las niñas se les permití­a vincularse estrechamente, origen del papel privilegiado que tení­a la mujer en la Prehistoria y en las culturas maternales primitivas. Porque es justo la relación homosexual femenina lo que permite formar comunidades en donde ellas dominan, y explica el poder que llegan a tener sobre los varones.

    La nuevas tendencias progresistas del siglo XX promueven el desarrollo de la sexualidad infantil, sobre todo de las niñas, porque así­ conforme vayan creciendo, se convertirán, como los chicos, en seres impúdicas y liberadas; tendrán la autoestima alta y no tendrán sentimientos de culpa o de turbación en sus relaciones sociales y con el otro sexo; conocerán su cuerpo y lograrán disfrutar al máximo en sus relaciones sexuales, bien homosexuales o heterosexuales; no tendrán que esperar a ser iniciadas en la edad adulta por partenaires expertos que las hagan «mujeres», sino que serán ellas las que enseñarán a sus parejas lo que más les gusta y desean; evitarán las dificultades para llegar al orgasmo propias de las mujeres de generaciones pasadas; lograrán ser independientes, vivirán mejor, dejarán de jugar el papel convencional, con sexualidad desadaptada y con función subordinada al varón propia de siglos pasados…

    Porque mientras las mujeres tengan libido disminuida (que es dependiente del entrenamiento y de la permisividad sexual desde la infancia), las relaciones entre los sexos seguirán sin alterarse: las mujeres condenadas a una vida sexual desgraciada y subordinada a su pareja: meros «objetos para el placer masculino». Y frente a un compañero con mayores necesidades sexuales, o estarán condenadas a prestarles servicios sexuales, sufriendo con resignación el «débito conyugal». O se negarán a ser montadas cuando éste quiera, por lo que se arriesgarán a que los frustrados las engañen con otras que satisfagan su mayor apetencia.

    Y señalarí­amos un posible camino a seguir, ya reivindicado por defensores de la liberación feminista, y por sexólogos, incluso por Ministras, como: Betty Dodson, Nancy Friday, Lonnie Barbach, Jocelyn Elders… que defienden que tanto las madres, las pediatras o las profesoras enseñen desde la guarderí­a a las niñas el arte de la masturbación. También que se organicen talleres de «aprendizaje de masturbaciones» de grupos de: niñas, adolescentes (y de adultas)… con una instructora.

    Y también la estrategia «feminista» es la de alentar el contacto lésbico entre mujeres, y por tanto estimular su bisexualidad. Gracias a ello, las mujeres permanecerán fuertemente unidas por las ventajas que les reportará el poder presentar un frente unido en caso de necesitarlo. Y gracias a la fuerza conjunta femenina, evitarán dejarse avasallar por los varones.

  20. Greg:

    El «copy and paste» es una utilidad de mi explorador que seguro que el tuyo también tiene. Se emplea para no volver a escribir o transcribir textos ya hechos y es muy útil cuando la cuestión planteada resulta similar a aquella que originó el mencionado escrito. Ello nos sucede frecuentemente (incluso con las respuestas derivadas) a quienes llevamos años debatiendo por estos foros de Dios, mientras otros a duras penas garabateáis con gracia desde hace cuatro dí­as. Y estoy convencido de que empleo mucha más energí­a mental pulsando el botón derecho del mouse para reproducir mis ideas que muchos de los aquí­ presentes contestándolas.

  21. Feliz Navidad y feliz Cotillón la noche de entrada del año 2006
    Francisca Martí­n-Cano Abreu

    Mis mejores deseos para que paséis una muy Feliz Navidad y disfrutéis de un grandioso Cotillón la noche de entrada del año 2006.

    [Por cierto, las que con más derecho propio pueden participar en un Cotillón serí­an las lesbianas y las bisexuales, que sean amantes de tocar instrumentos musicales, del baile y del cante. Ya que con este nombre «Cotillón» (que actualmente denomina, tanto al banquete con música de la noche de final de año como a la danza con figuras), definí­a hace más de 2.500 años el banquete nocturno que culminaba las fiestas Mistéricas llamadas Cotitias / Cotyttias / Cotisias / Cotiseas / Cotia en Sicilia, en Atenas, Corinto, Tracia, Chí­os…

    Y fiestas en las que exclusivamente participaban Sacerdotisas, adoradoras de la Diosa Cotito / Cotytto / Cotis / Kotytto, y su cortejo de mujeres.

    Con los diferentes rituales, esperaban conseguir «mágicamente» prosperidad y abundancia. Incluí­an: 1: Procesión en la que se cantaba, tocaban cí­mbalos (platillos), tí­mpanos (tambores) y flautas, mientras bailaban obscenamente danzas lascivas con falos ceñidos a la cadera («Faloforias»). 2: Ingesta de bebidas afrodisí­acas. 3: Banquete en el Templo Cotytteión. 4: E incluí­an cultos mistéricos que les estaban prohibidos revelar bajo pena de muerte, consistentes (según algunos enciclopedistas del Espasa) en «realizar vergonzosos rituales de carácter orgiástico y licencioso» o «cuyos excesos no pueden honestamente describirse». ¡Vamos, que con los falos realizaban actos masturbatorios de amor propio y relaciones lésbicas, con carácter sagrado en honor de la Diosa!

    Y similares a los actos orgiásticos realizados por otras adoradoras de otras Diosas en todo el universo hasta hace 2.500 años, cuando la religión aún era exaltadora de la impudicia femenina, antes de que: Los templos dejaron de ser sitios de culto gozoso para convertirse en centros de penitencia y temor. (Husain, La Diosa, 1997: 101). (Dado que las participantes en las ceremonias sagradas en honor de Diosas: Cotito, Demeter… tocaban cí­mbalos de bronce, consistentes en dos platillos como platos cóncavos con correas para pasar las manos, o con parte posterior hemisférica que se adaptaba a las cuencas de las manos, cuyos anchos bordes planos sonaban de modo estridente al chocar, y terminaban participando en los cultos orgiásticos lésbicos, no extraña que se llamen cimbalitas a las homosexuales femeninas / lesbianas)

    Dado que con la evolución patriarcal fueron los Baptos, varones afeminados al servicio de la Diosa Cotis y otros Sacerdotes en honor de la Buena Diosa, los que invirtieron el rito y alejaron a las mujeres de las fiestas, también tienen derecho los varones a practicar durante el Cotillón, actos homosexuales. Entonces eran ellos los que travestidos y pintados como las mujeres, los que participaban en exclusiva en los ritos nocturnos, bebí­an en prí­apos de cristal y cometí­an toda clase de obscenidades en Atenas, Corinto y en Sicilia.

    Y puesto que tales actos fueron heredados por el ritual cristiano del «Risus paschalis», en el que los Sacerdotes europeos, mostraban a los fieles su falo inhiesto y contaban cuentos indecentes para hacerles reí­r y los estuvieron practicando durante las cuatro pascuas del año: Navidad, Reyes, Resurrección y Pentecostés, en algunas regiones desde el siglo V al siglo XIX, los Sacerdotes cristianos también tienen derecho a practicar actos homosexuales durante el Cotillón.

    Y dado que en España, no sólo practicaban los actos obscenos, el Sacerdote y algunos fieles medio borrachos, durante el ritual del «Risus paschalis», sino que también las practicaban, las monjas en sus conventos, según han descubierto algunos investigadores, razón por la que se hací­an a puerta cerrada (léase: Marí­a Caterina Jacobelli, Pepe Rey, Benjamí­n Hernández…). pues también las monjas tienen derecho a practicar actos homosexuales durante el Cotillón.].

    ¿Y por qué no recuperamos las mujeres el practicar Cotillones con el mismo estilo lésbico, y los varones similares de estilo gay ? Aunque no creemos en la eficacia mágica de que ninguna Diosa Madre nos vaya a enviar prosperidad, sí­ que creemos en la capacidad de sugestión y de entrenamiento. Si durante el ritual colectivo existe concordia y convivencia entre todos los compañeros de género: para que pueden reí­r, coquetear, conquistar, bailar y conversar í­ntimamente entre sí­ (sin que contempladores del otro género censuren); si se comparte lo mejor de cada uno (incluyendo por tanto las relaciones homosexuales que nos han sido negadas a la mayorí­a desde la infancia, a pesar de que somos genéticamente bisexuales); y si nos esforzamos en estar alegres y en hacer felices a las demás, se nos insuflará la energí­a para vincularnos.

    Todos, homosexuales y heterosexuales, cristianos y ateos tenemos derecho a un Cotillón navideño lleno de amor y sexo colectivo, ya que nuestros ancestros lo han practicado, muchos miles de años antes de que la ñoñerí­a convirtiera la fiesta en familiar, aburrida y boba.

    Así­ que ¡cimbalitas, gays y resto de la humanidad heterosexual, cristianos y ateos, disfrutad de un placentero y afrodisí­aco Cotillón la ví­spera de año nuevo 2006, seguido del acto sexual como os dé la gana!

    Así­ entraremos en el año nuevo todos unidas con el corazón lleno de esperanza y plenas de ilusión para alcanzar prosperidad o cualquier meta en favor de los derechos que deseemos.

    Un abrazo, Francisca

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