Acabo de venir de una boda en Almería, lugar gnóstico donde los haya, más cerca de la patafísica de la cofradía de pescadores de Pitres de lo que podamos imaginar.
La boda comenzó en el laico ayuntamiento de esta marítima ciudad, rematando el señor el alcalde la faena con unos artículos y unas palabritas de SAN PABLO! (1 Corintios, 13). Luego arroz y rosas. Luego comida y cerdo en salsa. Vino y cerveza. Postre y champán. Y una selección musical hecha por la pareja digna de mención (sobre todo por la cara de los demás asistentes cuando nos veían a algunos tararear tan extrañas melodías).
El baile lo inauguró la novia vestida de blanco con una guitarra eléctrica negra cruzándole el cuerpo, mientras él afinaba el aire con un theremín. La cara de los padres, antológica. Luego pasodoble a ritmo de theremín, cancioncillas de J. Brown y M. Gave con una concesión al flamenco gitano-camisa-rota. Copas y trompezones. Canción final y vuelta al a ciudad para seguir de tapas y copas hasta olvidar el nombre de nuestros padres camino del mar.
En fin, un buen día. Qué sean felices.
Interesante bodorrio. No se esperaba menos de los contrayentes.
Pues resulta que sí, que casualmente estaba yo por allí, y sí, comparto lo que comenta el Dr. J y, evidentemente sí, también participé de la fiesta alcohólico-culinaria-musical (aunque ésta parte fue bastante «demagógica» en palabras del novio). Evidentemente se les desea lo mejó!!!
tan feliz como un hombre puede ser