Vuelvo por mis fueros tras una semana de ausencia. Esta vez centrado en la figura de Marina Tsvietí ieva, el espíritu errante de la Rusia de principios del pasado siglo XX. El amor, la guerra, el exilio, la pobreza, la muerte (por cierto, se suicidó dos años después de su regreso a la extinta URSS, desolador paisaje estalinista de lo que pudo ser y nunca fue) y la poesía. Sólo la poesía redime esta realidad enferma, esta noche de oscuridad. Cuando atravieses la noche, no enciendas una luz, déjate cegar por la oscuridad, adéntrate en ella, dale oscuridad a la oscuridad, nada a la nada:
Una habitación en la que han apagado la luz, se queda a oscuras, pero la noche en la que entras cuando sales de la habitación, es la oscuridad misma: ella. No porque ella emane luz, sino que con ella no hace falta la luz. Con la noche, no hace falta luz.»
Marina Tsvietí ieva
Negar la realidad, ¿ese es el camino? Cuando Diógenes salió de su barril, era de día, era el jodido mediodía, y salió con una linterna. Una linterna para buscar un hombre, ¿entiendes internista?
Lo de «Cuando Diógenes salió de su barril, era de día, era el jodido mediodía, y salió con una linterna. Una linterna para buscar un hombre, ¿entiendes internista?» me ha encantado.
Para todos aquellos que nos hemos visto en la oscuridad más absoluta, irremediable y sarcástica; cuando la salida más fácil es la carcajada (o el brote psicótico) y la solución más acertada es la menos aconsejada (salir corriendo) terminamos haciendo lo éticamente correcto (?) en lugar de enfundarnos el capirote de verdugo o la cara impasible de espectador circunstancial…
Cuando en la noche más oscura creemos ver la luz, y es sólo un destello alucinado. Cuando pensamos que (tal vez?, quizás?, a lo mejor?…) hemos acertado entre una madeja adormilada de posibilidades, JA! y lo cierto es que estamos al principio…de la oscuridad, y nos queda mucho para atisbar la luz
(para J. y Dr. J)
la verdad asusta, querido hermano. La noche sigue despertando a los monstruos que se esconden en los armarios y las muñecas de porcelana comienzan a sonreir. La oscuridad aún asusta, hasta al más pintao, porque aún tememos por aquello que poseemos, nuestra consciencia, nuestro yo. sólo si llega el día del desprendimiento absoluto, el abismo será el dulce abismo… el lugar de los lugares, el jardín de los jardines… pero aún nos quedan muchos muertos por ver, querido consiglieri, querido J., muchos muertos que dejar enfriar. Tal vez sea cierto, y la noche no necesite luz… y nuestras facturas de Sevillana bajen. un abrazo.:idea: