La melancolí­a del Dragón

Uno de los dragones de los The Nine Dragons

Acorralado por el tiempo que se me escapa, atrapado en el sueño de la vencidos, amado por una soledad austera, echo de menos los tiempos del dragón. Cuando el dragón era culpable de los desastres, de los terremotos de Sian, de las ruinas que quedaban tras el paso inmisericorde de un huracán. Cuando habí­a seres a los que poder culpar de los fenómenos que la ciencia y la conciencia no pueden explicar con teorí­as o palabras. Tiempos cercanos a la mitologí­a arcana de mentes antiguas. Tiempos de dolor y nada. Echo de menos la cola del dragón y sus escamas, tempestades de arena levantadas bajo el vuelo pesado de sus alas. Siempre habrá culpables para que haya inocentes. Leyes y palabras solemnes para abrir la boca de una montaña. El perfil de un sol que desciende sin hacer ruido detrás de minas de silicio. Una ciudad que sobrevive sin aspavientos en los márgenes de un rí­o seco y estancado. Somos de donde hay un rí­o, somos de donde crece la vida a raudales. Somos un inmenso campo que abona semillas de inocencia perdida. Agua de aljibe, fuegos de castilla. El canto es un grito modelado por gargantas que saben hablar. No culpemos al hombre de su destino, culpemos al destino del hombre que ha escindido su origen de la tierra, de su meca mí­stica. Amo lo pasado y desconfí­o de mi soledad.

Hoy me he levantado tarde, he regado las plantas mustias de mi terraza y he saboreado el calor insano de un cigarro. Mi boca se queja del humo y mis manos de su fuerza. He mirado el cielo y no he visto ningún dragón. Vuelvo al trabajo. Todo queda por hacer de nuevo. Todo continúa siempre. Una gota en una hoja. Añoro la cola del dragón para ir más lejos. Añoro una sonrisa para ir más lejos. El regreso es una meta. Cartago ha cerrado los caminos de ífrica. El sol en sus llanuras es siempre más rojo.

La melancolí­a es una bandera rota bajo un manto de sauces. El polen vuela sobre las flores de este mayo, que una vez de derecho viene ya de soslayo. Aguanta el viento, la ropa se secará pronto y entonces no volveré a añorar el dragón que vi en tus ojos táctiles, en tus dos ojos castaños nacidos de la sangre. El dragón que vi aquella vez, el mito dormido en su sueño profundo.

El cielo está a los pies

El cielo está a los pies, corazón mí­o!
en soledad sonora sumergido
en cero gravedad, firme firmamento.
Amor divinamente eléctrico,
amor enciende amor por tientos
de puntillas y en silencio,
glorieta, cúpula, cópula.
Para sentirse libre de la náusea, el hombre necesita una tensión,
una pasión, una mí­stica.
Frente a la sociedad encuadrada, la sociedad animada
Entre infrarrojos y ultravioletas, voz de sombra.
El mito contiene el sueño profundo.

Fuente: José Val del Omar, Tientos de erótica celeste, selección y adaptación de Gonzalo Sáenz de Buruaga y Marí­a José Val del Omar (Granada: Diputación de Granada 1992), p. 32

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One Comment

  1. ¿De qué Dragón hablas? de Elliott? (aishhh, qué tiempos aquellos…) yo también lo añoro!!! y los Dragones y mazmorras, y Dragon Ball Z…

    Ahora en serio, precioso el cielo de aquel Octubre y el de este Junio, aunque tú lo mires y no veas ningún dragón… no dejes que se mustien las plantas ni que te salgan escamas!

    Un placer leerte.

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